lunes, 24 de junio de 2013

JUICIO SOBRE LA LOGICA
Se ha exagerado mucho en bien y en mal la influencia latente de la Logia Lautarina en los destinos de la revolución. Se ha supuesto una acción continua y eficiente sobre los acontecimientos contemporáneos, que carece de fundamento histórico, y que las intermitencias de la revolución contradicen. En un sentido o en otro, se le ha atribuido la maternidad de hechos que estaban en el orden natural de las cosas, y que con ella o sin ella se habrían producido igualmente. Se la ha hecho responsable de ejecuciones sangrientas o de crímenes aislados, que tienen su explicación y aún su justificación en otros móviles y otras necesidades, convirtiéndola así en un conciliábulo tenebroso de asesinos políticos. Acusada de abrigar planes liberticidas y reaccionarios, se la ha cargado como al chivo emisario con todos los errores y extravíos de su época, que no tuvieron ni pudieron tener su origen en la institución misma. Juzgada, por último, desde un punto de vista distinto de aquel en que sus autores se colocaron y sus contemporáneos la vieron, ha sido condenada sin equidad, y aun sin compulsar las piezas del proceso. La historia ha empezado a descorrer el velo oscuro de los tiempos que por tantos años la ha ocultado a los ojos de la posteridad, y su fallo definitivo y justiciero aún no ha sido pronunciado con perfecto conocimiento de causa. La Logia de Lautaro no fue (como su mismo nombre lo indica) una máquina de gobierno ni de propaganda especulativa: fue una máquina de revolución y de guerra indígena contra el enemigo común, a la vez que de defensa contra los peligros interiores. En este sentido contribuyó eficazmente a dar tono y rumbo fijo a la revolución; a centralizar y dirigir las fuerzas gubernamentales, dando unidad y regularidad a las evoluciones políticas que promovió y presidió, y vigoroso impulso a las operaciones militares con sujeción a un plan preconcebido, para imprimir mayor energía en los conflictos, para suplir en muchos casos la deficiencia de los hombres y corregir hasta cierto punto los extravíos de una opinión fluctuante, inspirando en momentos supremos medidas salvadoras, que la revolución ha reivindicado como glorias suyas.

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